lunes, 15 de julio de 2019

organizadores del desarrollo

ZDra. Myrtha H. Chokler 

El desarrollo de la persona a lo largo de su vida, muy particularmente desde la primerísima infancia - la protoinfancia- implica un proceso de organización progresiva y de complejización creciente de las funciones biológicas y psicosociales.

Comprendemos  el desarrollo como el conjunto de transformaciones internas que permiten al sujeto la adquisición de las competencias necesarias para ejercer progresivamente  actitudes cada vez más autónomas.

El desarrollo constituye también el camino que parte de una sensorialidad, una sensibilidad y una motricidad predominantemente dispersas, disgregadas, fragmentadas en su inicio, a la construcción del sentimiento de unidad, de continuidad y de cohesión de sí mismo, la constitución del Yo y las raíces de la identidad. 

La ciencia ha demostrado cuáles son las necesidades esenciales para el crecimiento y la maduración, sus períodos críticos, sensibles, y las condiciones materiales, afectivas, culturales y sociales imprescindibles para que esas potencialidades se expresen en la realidad cotidiana desde los primeros años de la vida de un niño.

También se fue develando cuáles son las consecuencias, las secuelas a corto y a largo plazo de la carencia, cuando las múltiples necesidades no son esencialmente satisfechas durante las etapas críticas.

Basándonos en el concepto de E. Pichon Rivière sobre el sujeto como emergente de sus condiciones concretas de existencia  y, a su vez, como productor activo de transformaciones en el medio, sostenemos que:

El proceso de constitución del sujeto humano es producto de una compleja transformación evolutiva. Lo biológico, entre ello lo neurológico, constituye la base material para las relaciones adaptativas con el mundo externo. Aun dependiente en gran parte de lo genético y de lo congénito, lo biológico está a su vez entramado en la urdimbre social que realmente genera a la  persona.

Persona que desde el nacimiento es comprendida como un ser completo, constructor activo, aquí y ahora, de sus relaciones en cada uno de sus estadios y no sólo un proyecto futuro a devenir, a construir o a destruir.

También sabemos que las sociedades, y dentro de ellas las capas dominantes, van modelando sus sujetos funcionales” a través de pautas de crianza, de programas de educación, de medios de información,  de la formación académica de los profesionales, del auspicio a algunos desarrollos científicos y no otros, de la difusión de creencias, de mitos, de ciertos valores sociales, que constituyen, en su conjunto, de manera compleja y heterogénea, lo que denominamos las Representaciones Sociales del Orden Simbólico.

En cada práctica de crianza y/o de educación subyacen respuestas implícitas, más o menos conscientes, a estas dos cuestiones:

1 - ¿Qué hombre, y por lo tanto qué niño queremos ayudar a ser y a crecer? ¿Un sujeto autónomo, libre, con confianza en sí mismo y en su entorno, en sus propias competencias para pensar y elaborar estrategias para la resolución de problemas y conflictos, un ser abierto y sensible, comunicado y solidario?

¿O un ser sometido, obediente, dependiente de la autoridad y del reconocimiento permanente del otro, temeroso al castigo y anhelante del premio, un ser competitivo, exitista, desconfiado de sí y de los otros, rivalizando para ser “el primero”?

2 Entonces, ya conscientes de nuestra elección nos planteamos ¿cuál es el rol del adulto, de la sociedad, de los profesionales para salvaguardar el respeto por la persona desde la niñez más temprana y su derecho a ser reconocida en su singularidad, como quien es, tal  como es, más allá de la diferencia o de la discapacidad? 

Frecuentemente comprobamos que algunas propuestas de crianza y educación temprana,  en particular en las situaciones de alto riesgo psicosocial que vive actualmente el conjunto de la población, facilitan, por desconocimiento o por desborde emocional, la reiteración de prácticas no respetuosas de las características madurativas y psicológicas de cada niño en su originalidad como sujeto. Estas prácticas fomentan la dependencia excesiva, o una seudoautonomía, la masificación de los vínculos, la anomia, a veces la hostilidad, la humillación o el no reconocimiento elemental del niño que es, quien se ve abrumado por el que debería ser, presente en el imaginario de los adultos.

“Las dificultades a nivel de la motricidad y de la actividad en niños, en particular la hiperkinesia, el déficit atencional, la abulia, la falta de iniciativa, el abandono de sí y la agresividad son muchas veces gestados o facilitados desde modelos de crianza, de atención y de educación donde el permanente hacer y tener aparece como un valor sustitutivo del ser. La persistencia de esta modalidad va delineando personalidades del tipo “performante”, “exitoso”, en las cuales la actividad compulsiva, que brinda finalmente escasa satisfacción, es seguida de una sensación de vacío que se intenta colmar desde la hiperactividad frenética, la agresión, el aislamiento o las adicciones.”(J.M. Hoffmann, 1994) 

Nuestra concepción de sujeto - que se apoya evidentemente en una elección ética y epistemológica -  reconoce al bebé como un ser activo, abierto al mundo y al entorno social del cual depende, capaz de iniciativas, sujeto de acción y no sólo de reacción, como ser pleno de emociones, de sensaciones, de afectos, de movimientos, de miedos y ansiedades, de pensamientos lógicos con una lógica a su nivel, capaz de establecer vínculos, intensamente vividos en el cuerpo, porque el bebé es todo cuerpo.

El protoinfante es un ser que se desarrolla como sujeto a partir de otros, con otros y en oposición a otros, mientras va otorgando sentido y significación a su entorno con el que establece intercambios recíprocos. Pequeño, fuertemente dependiente, pero persona entera siempre, más allá de la normalidad o de la patología, más allá de lo que tenga o de lo que le falte. Inevitablemente en interacción con un medio que lo anida, éste facilita u obstaculiza, “modela” las “matrices de aprendizaje” para que produzca en sí mismo la serie de transformaciones sucesivas que constituyen su proceso singular, original, de crecimiento y de desarrollo en tanto individuo, ser y devenir sujeto histórico y cultural, en el pasaje progresivo del predominio de la dependencia al predominio de la autonomía”(M. Chokler, 1998).  

Los Organizadores del Desarrollo

  • VÍNCULO DE APEGO


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  • COMUNICACIÓN

Aún antes del nacimiento, el niño y su mamá sienten mutuamente los cambios tónicos  emocionales mutuamente.
A partir del nacimiento el niño recibe una multiplicidad de estímulos que exigen modificaciones que producen cambios en su tono muscular, postura, etc.
El niño y el adulto adjudican significaciones a las señales corporales emitidas por el otro, si son correctas favorecen una respuesta o placer, sino provocan displacer.
Para que se entiendan estas señales deben existir momentos de observación y captación de las señales y las respuestas.
El diálogo tónico constituye el primer sistema de señales que es único que tendrá el niño por mucho tiempo. La eficacia de este primer sistema constituirá su matriz de comunicación alentando o interfiriendo en su desarrollo. La respuesta debe aparecer en el momento justo, si lo hace antes de la demanda no permitirá tener el niño un registro de su necesidad (receptor pasivo).
Por otro lado, si la respuesta aparece a largo plazo o no aparece, las señales del niño se agotan  A través de todo esto el niño va a construir sistemas simbólicos más
Complejos, como el lenguaje verbal que está muy comprometido en la vivencia tónica formando parte del mundo perceptivo como el de la acción y manipulación.
  • EXPLORACIÓN
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  • SEGURIDAD POSTURAL 
    • El niño utiliza su motricidad no sólo para moverse, para desplazarse o para tomar los objetos, sino, fundamentalmente para "ser" y para "aprender" a pensar.

•   La evolución del equilibrio, de las posturas y de los desplazamientos, la apropiación y dominio progresivos del propio cuerpo le permiten en cada momento de la vida, a su nivel, organizar los movimientos y construir y mantener un íntimo sentimiento de seguridad postural, esencial para la constitución de la imagen del cuerpo, de la armonía del gesto y de la eficacia de las acciones, lo cual tiene repercusiones e la constitución de la personalidad en su conjunto y en la organización y representación del espacio.

•   La percepción y autorregulación son esenciales en la construcción del esquema corporal y en la eficacia de sus actos 
  • EXPLORACIÓN
El contacto, la exploración y la experimentación del entorno humano y de los objetos, le permite, a su nivel, conocer y apropiarse progresivamente del medio construyendo sus matrices de aprendizaje y sus actitudes y aptitudes cognitivas a través del juego.

El niño utiliza su cuerpo para ¨ser¨ y ¨aprender a pensar¨.La puesta en marcha del impulso epistémico del niño lo lleva al descubrimiento.

Se caracteriza porque  es intencional y aporta a la autonomía. 

Implica acomodación y asimilación  permanentemente, desarrollando sus aptitudes cognitivas y construyendo así sus matrices de aprendizaje.
  • SEGURIDAD POSTURAL
• El niño utiliza su motricidad no sólo para moverse, para desplazarse o para tomar los objetos, sino, fundamentalmente para "ser" y para "aprender" a pensar.

•   La evolución del equilibrio, de las posturas y de los desplazamientos, la apropiación y dominio progresivos del propio cuerpo le permiten en cada momento de la vida, a su nivel, organizar los movimientos y construir y mantener un íntimo sentimiento de seguridad postural, esencial para la constitución de la imagen del cuerpo, de la armonía del gesto y de la eficacia de las acciones, lo cual tiene repercusiones e la constitución de la personalidad en su conjunto y en la organización y representación del espacio.

•   La percepción y autorregulación son esenciales en la construcción del esquema corporal y en la eficacia de sus actos.
  • ORDEN SIMBÓLICO
•       El conjunto de valores, creencias, saberes sociales y culturales del entorno, constituyen elementos del orden simbólico que lo incluye en la familia y en la cultura.

•    Las estructuras de filiación, de pertenencia, los mitos, las leyendas, la ley, las normas, el posicionamiento, los mandatos, etc. Forman parte de representaciones sociales que se interiorizan con una fuerte carga en la subjetividad. 

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